Claude Lelouch, Jena-Luc Godard, François Truffaut, Louis Malle y Roman Polanski, en el Festival de Cannes de 1968. |
Hace cuarenta años, un festival de carcamales, oficialísimo y
mediatizado, intentó mantener su programación contra viento y marea por
razones estrictamente comerciales, sin que le importara un rábano que
Francia estuviera patas arriba por una revolución. Y sólo la
determinación completamente arbitraria e iluminada de un grupúsculo de
artistas obligó a los burócratas a cerrar el certamen.
Duerme,
desde hace mucho tiempo, en los archivos celosamente guardados de la
Cinemateca francesa, una auténtica mina de informaciones y detalles
crujientes sobre lo que realmente ocurrió el 18 de mayo de 1968 en el
Palacio de los Festivales y demás salas del certamen.
Godard y Truffaut, por Elizabeth Peyton. |
Las
imágenes burlescas de lo ocurrido ese día en Cannes dieron la vuelta al
mundo. François Truffaut tuvo que colgarse del telón para impedir la
proyección de 'Peppermint Frappé', que los organizadores intentaban
mantener a toda costa. Jean-Luc Godard se lo pasó bomba haciendo la
misma payasada y ambos rieron mucho al ver que las primeras imágenes de
Saura fueron proyectadas, no sobre la tela blanca, sino sobre sus
cuerpos y sobre el telón, antes de que alguien apagara el proyector.
Luego voló un puñetazo, propinado por un individuo no identificado, que
obligó a Jean-Luc Godard a buscar sus gafas por el suelo durante horas.
Sólo faltó Chaplin
Detrás de ese momento esencia del cine -hoy venerado por miles de cinéfilos del planeta y en el que sólo faltaban Buster Keaton y Charlie Chaplin-, la procesión va por dentro. "Francia echaba el cierre y, por lo tanto, Cannes también tenía que cerrar. Era lógico". Así arranca François Truffaut su relato de los hechos en uno de los textos conservados en la Cinemateca, y enviado el 15 de julio de 1968 a Gilles Jacob.
"Por primera vez en
su historia, esta institución artístico-comercial llamada Festival de
Cine fue brutalmente interrumpida por un auténtico ‘grupúsculo' de
realizadores que estimaban que, en plena crisis de Francia, no era muy
decente que productores, distribuidores, gacetilleros y estrellitas
prosiguieran su desfile soleado", añade el autor de los 400 Golpes en
otro texto.
Cine en la piel
Cuando los
primeros fotogramas de Peppermint Frappé se volcaron -precisamente- a
frapper sobre los pellejos del grupúsculo, "se vivió el único momento
logrado de esa jornada confusa y ridícula", explica Truffaut, contento
al ver el contrasentido de un Carlos Saura "peleando para que su filme
no fuera proyectado".
La monumental algarabía consiguió
efectivamente la clausura acelerada del Festival, decidida por los
organizadores pocas horas después -y no antes- de que el "grupúsculo"
los dejara en ridículo.
Infinitos son los hilos que llevaron hasta
ese momento. Truffaut, que no era para nada un revolucionario y ni
siquiera alguien con sensibilidad social sino más bien asocial, actuó
simplemente por placer, porque "me gustaba ver a Francia paralizada con
el Gobierno totalmente desorientado". En un texto más intimista, el de
La Nuit Américaine, hace la confesión complementaria: "Admiro a los
estudiantes y apruebo su lucha. No tuve la suerte de ser un estudiante".
Truffaut en el escenario de proyección. |
Lo
de Godard fue más radical: había pasado semanas rodando en París entre
barricadas, policías y universidades cerradas -escenas que incorporaría a
los Cinétracts junto a Marker o Resnais-, y llegaba a Cannes con ganas
de comerse el mundo y de insultar a quien intentara frenarle.
Tras ellos, entre bastidores, un tercer cineasta, ni joven ni perteneciente a la Nouvelle Vague, fue clave para hacer posible la escena del 18 de mayo: Louis Malle.
Tras ellos, entre bastidores, un tercer cineasta, ni joven ni perteneciente a la Nouvelle Vague, fue clave para hacer posible la escena del 18 de mayo: Louis Malle.
El autor de 'Ascenseur pour L'Echafaud' era, ya
en 1968, un director de enorme prestigio, miembro del jurado oficial de
Cannes. Regresaba de la India asqueado por la pobreza que había visto
en un mundo que ya era el de la sociedad de consumo. Nada más arrancar
el festival, obró entre sombras para boicotear el jurado: su dimisión
arrastró tras de sí a Roman Polanski y Monica Vitti.
Energía vs inercia
Frente a la energía de los artistas pro-boicot, la inercia burocrática del festival. En sus actas internas, los organizadores afirman sin complejos que, en el país de los 200.000 obreros en huelga, "el Festival parecía abocado a celebrarse bajo los mejores auspicios". Cuando "de pronto, en ese cielo límpido, negros nubarrones se acumularon y estalló una brusca y violenta tempestad".
Negras tormentas auguran los cielos. Los
nubarrones, por supuesto, aparecen citados nominativamente: son Godard,
Truffaut y Malle. Gente a quienes la administración de Cannes acusó de
haber actuado "con celo y con pasión para cumplir la ‘misión'
destructora que se les había asignado".
Más allá de conmemoraciones protocolarias, Cannes tendrá que decir si sigue considerando que lo de Peppermint Frappé en 1968 fue una "misión destructora", o si, más bien, no fueron Godard, Truffaut y Malle quienes precisamente lo salvaron de la deshonra.
Se podria pensar en algo parecido, a junio de 2012?
Fuente: http://www.publico.es/culturas/77092/boicot-a-cannes
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