sábado, 9 de octubre de 2010

3ª DISTORSIÓN



CORREDOR SIN RETORNO


"Realidad y ficción podrían intercambiarse si los locos fueran mayoría. Se encontraría encerrado en una habitación acolchada pensando qué le había pasado al mundo" así es como Julie Carmen sintetiza la idea de la precaria personalidad humana en la genial "En la boca del miedo" de John Carpenter.

"Corredor sin retorno" trabaja en esa misma dirección y describe círculos alrededor del frágil cisma que impide al hombre encontrar una vara de medir fiable con la que aplicar un axioma o una verdad absoluta en torno a la llamada salud mental. Es lícito pensar que si estuviéramos rodeados de personas que padecen algún tipo de trastorno mental, nuestra propia percepción de la realidad se vería irremediablemente trastocada. Samuel Fuller nos presenta a un protagonista dispuesto a asumir ese papel de cobaya, y como científico inexperto se adentra, por cuestiones no excesivamente éticas, en el terreno resbaladizo de un manicomio: ya no como ente transparente y responsable de su propio ego sino como paciente, utiliza un disfraz para poder penetrar en ese lugar ajeno a su vida cotidiana, con la intención de ser tratado como lo que no es, o al menos, como lo que cree que no es, un loco.

Corredor sin retorno, Espiga de Oro en el festival de Valladolid de 1963, es a la vez todo un alegato contra la ceguera de la medicina mental de la época y una irónica visión de la sociedad estadounidense, víctima de miedos, manías persecutorias y de una melancólica y un tanto errónea visión acerca de la formación de un país tan grande y joven, forjado con balas y polvo. Destacan en la película pacientes trastocados por inciertos ideales patrióticos, como el hombre que cree vivir aún en plena guerra de secesión o el personaje que dice haber sido el fundador del Ku Klux Klan, algo entendible si se tratase de un hombre blanco nacido en Tejas pero no tanto si se trata de un negro. Así, Samuel Fuller va creando una cadena de significantes dentro de ese micromundo que es el manicomio sin ofrecer significados concretos, dejando que su particular Alicia en el país de las maravillas nos paralice los sentidos mientras vemos cómo nuestro Edipo se hunde cada vez más en el lodo de su propio destino, en el insomnio de alguien que quiere dormir, pero que ya lo ha olvidado.

Por encima de todas las virtudes que pueda tener esta arriesgada película de serie B, destacar la excelente interpretación de los actores, en especial de Peter Breck, cuyo rol de periodista es el único papel protagonista de su carrera, el de Constance Towers, que ya trabajara con Fuller en "Naked Kiss" y el de Larry Tucker interpretando a un enorme italo-americano adicto a los conciertos de ópera nocturnos.

Con todo, "Corredor sin retorno" se presenta como una inquietante e irónica muestra de cine moderno, abierta a reinterpretaciones en estos tiempos de sobresaturada impaciencia y de loca insatisfacción.

Artículo: David Rodriguez Muñiz
Cartel: Esti Zumake

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