P.B.:
Hablando en teoría, ¿crees que un director sólo debe filmar lo que
sabe que va a necesitar?
O.W.:
Peter, creo que es posible que un director haga una buena película
sin estar interesado en el montaje, o en la cámara e, incluso, sin
estar interesado en los actores. Los filmes de primera categoría se
hacen de acuerdo con cualquier sistema que se pueda pensar. [...]
P.B.:
Nunca planificas.
O.W.:
Hago los planes más elaborados y detallados que nunca has visto y
después los tiro a la papelera. Los proyectos no se hacen para ser
ejecutados sino que los hago para prepararme para la improvisación.
De ese modo dejo atrás un buen número de cosas terribles y estoy
dispuesto para recibir cualquier cosa que los actores tengan para
sorprenderme con ella. La cámara debe estar al servicio de los
actores y no los actores al servicio de la cámara. Yo me meto en la
cabeza cuatro o cinco películas y cuando llego al plató ni siquiera
intento filmar una de ellas. Son como ejercicios... Un actor extiende
una mano, hace sol, una nube se mueve y todo el relato se debe
cambiar. [...]
P.B.:
¿Qué le responderías a alguien que te preguntara qué habría que
enseñar a un grupo de personas que quieren ser directores de cine?
O.W.:
Sostener un espejo frente a la naturaleza... ése es el mensaje de
Shakespeare al actor. ¿Qué más puede aplicarse y qué puede ser
más cierto con relación al creador de una película? ¡Si no sabes
nada de la naturaleza frente a la cual sostienes el espejo, qué
limitada debe resultar tu obra! Mientras mayores y más numerosos
sean los homenajes que la gente de cine se rinda entre sí y a sus
películas, más se parecerá la vida a la última escena de La dama
de Shanghai: a una serie de espejos que se reflejan unos a otros. Una
película debe y tiene que ser un reflejo de la entera cultura del
hombre que la hace, de su educación, su conocimiento humano, su
capacidad de comprensión. Todo esto es lo que informa una película.
P.B.:
Un director crea, pues, su propio mundo...
O.W.:
Seguro. Y el grado hasta el que esto puede ser hecho depende de lo
que él mismo tiene como materias primas. El director de cine debe
seguir siendo siempre una figura ligeramente ambigua, entre otras
cosas porque mucho de lo que firma con su nombre procede de otra
parte, porque muchas de sus mejores cosas son meramente accidentes
que preside. O son un don de la buena suerte. O de la gracia.
P.B.:
Y la mecánica de hacer un filme...
O.W.:
...se le puede enseñar a cualquier persona inteligente en un fin de
semana.
P.B.:
Del mismo modo que Toland te enseñó a ti la mecánica de la cámara.
O.W.:
Sí. El resto es lo que uno tiene que aportar a la maquinaria.
P.B.:
Y uno es...
O.W.:
...el ángulo con que se sostiene el espejo. Lo que finalmente
resulta interesante no es el temblor romántico o el movimiento
nervioso con el que se sostiene el espejo..., sino la imagen que éste
nos devuelve.
P.B.:
El tema, no la técnica.
O.W.:
¡Oh, no estoy atacando la técnica!
P.B.:
¿No es eso lo que quieres decir con el ángulo del espejo?
O.W.:
Quiero decir que ese ángulo está determinado por la moral, la
estética y la orientación ideológica. Sabemos hasta qué
extraordinaria extensión todo depende de ese ángulo. Un espejo es
simplemente lo que es.
[Fragmento
de "Ciudadano Welles", por Peter Bogdanovich,
Ed. Grijalbo, 1992]
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