Todos sabemos que durante los últimos años Hollywood atraviesa un periodo de escasez en lo que a guiones originales se refiere. La reciente invasión de remakes, secuelas, precuelas, nuevos montajes, mezclas imposibles (las dos versiones de Alien vs. Predator fue rizar el rizo), adaptaciones de best-sellers, comics, mangas e incluso videojuegos demuestra el interés que tienen las grandes productoras en captar al público más joven y la falta de escrúpulos en un momento en el que todo vale con tal de hacer taquilla. Ante semejante panorama parece lógico que un productor de Hollywood como Ed Pressman, que disponía de los derechos de explotación de “Teniente corrupto” y un presupuesto de cien millones de dólares, aprovechase la oportunidad y no dudase en rentabilizarlo. La película homónima de Abel Ferrara estrenada en 1992 contaba con un presupuesto ridículo en comparación con ésta. Pese a ello supuso la obra cumbre y el reconocimiento mundial de un director tan acostumbrado al éxito como al fracaso más rotundo. La nueva versión de Teniente corrupto como la anterior no está dirigida a la juventud. Es una historia sórdida que se desmarca de las películas de policías que estamos acostumbrados a ver en cartel.
Situando la trama en un escenario diferente (se sustituye Nueva York por Nueva Orleans), bajo las órdenes de un director de renombre (Werner Herzog), con actores que suponen un taquillazo seguro (Nicolas Cage, Eva Mendes, Val Kilmer) y acompañada de una costosísima campaña de publicidad, las intenciones quedan más que claras : abarcar al gran público que mueven las grandes estrellas, tentar a los fans incondicionales de la primera versión e intentar acercar al espectador selecto cuyo criterio se basa más en la calidad artística que en lo ostentoso de la producción. Desde este punto de vista la combinación elegida ofrece un producto completamente novedoso que pretende evitar cualquier tipo de comparación con su original. De hecho, el propio director asegura no haber visto la versión anterior, algo que desde mi punto de vista resulta un tanto sospechoso y supone una forma clara de esquivar los dardos. A pesar de la insistencia en vender un producto nuevo, el simple hecho de adjudicarse este título para el cartel hace que las comparaciones sean inevitables.
En ambos films el protagonista es un policía sin escrúpulos y adicto a todo tipo de drogas que utiliza las tácticas más sucias para realizar su trabajo y agenciarse su dosis de droga diaria. Ferrara, a través de la violación de una monja, envuelve su película en una atmósfera religiosa que provoca una crisis existencial en el protagonista y hace inevitable la búsqueda de la redención. Herzog sustituye la violación por el asesinato de una familia de senegaleses traficantes de droga, un contexto mucho más materialista, y los problemas de fe los reemplaza por dolores de espalda. El director arranca de cuajo toda la crudeza primitiva obteniendo una película mucho más trivial, con un ritmo más ligero gracias a la ramificación de frentes que el protagonista va abriendo en su contra a medida que se complica el argumento y que Herzog se encarga de fusionar de una manera magistral al final de la película.
El director afirma que su intención es hacer una película de cine negro que penetre en las profundidades de la perversidad hasta alcanzar lo que define como "el éxtasis del mal". Hay que reconocer que varias secuencias alcanzan unos niveles tan altos que ponen los pelos de punta, pero entre lo insólito de los diálogos y la musiquilla jocosa que los acompaña, más que una película típica del film noir parece una comedia negra.
Al contrario que Harvey Keitel que interiorizaba su angustia, Cage interpreta su personaje de una forma mucho más histriónica a base de grandes gritos y aspavientos, haciendo evidente su excitación con la pistola ensartada en la bragueta como si fuese un exhibicionista que alardea de su erección. Pese a ello creo que este actor interpreta su papel de una manera brillante. Herzog reconoce su ignorancia en cuanto al tema de las drogas pero los excesos del actor logran cubrir las lagunas que tiene el film en este tema. Si la visión de Ferrara ofrecía todo un repertorio de rituales en torno a la preparación y consumo de todo tipo de sustancias, en esta versión edulcorada, tan solo vemos un par de esnifadas rápidas acompañadas de delirios con reptiles y almas danzarinas que dejan patente la huella transgresora del director.
En definitiva, aunque no alcance el nivel de la original, esta película supera con creces en calidad a la gran mayoría de las producciones hollywoodienses que rellenan la cartelera. Nicolas Cage ha salido fortalecido de esta empresa, y el director Werner Herzog, que en otros tiempos practicó con maestría el arte de caminar sobre hielo y fuego, en esta ocasión acaba con los zapatos un poco sucios pero con la cartera un poco más llena después de realizar, no una obra maestra, pero sí un trabajo digno.
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