Durante la Segunda Guerra Mundial luchó en el bando alemán, y
fue destinado a un puesto junto a las ametralladoras antiaéreas. Por aquel
entonces era ya una persona atormentada, que en lugar de disparar a los aviones
enemigos les gritaba para que acabaran con su vida. Al final fue capturado por
los británicos, que le retuvieron en Holanda, en un campo de concentración
donde se inició como actor, para entretener a los demás prisioneros.
Al
finalizar la guerra, empezó a actuar en obras de teatro con una troupe ambulante. Aunque le resulta difícil trabajar con
otros seres humanos, por su falta absoluta de empatía hacia los demás, pronto
triunfa en solitario, a base de monólogos.
Cobra fama por su dicción impecable del alemán y la pasión declamatoria
poco tradicional a los estilos dramáticos de generaciones anteriores con sus
monólogos de William Shakespeare y del patriarca y prócer de los poetas
malditos, François Villon. Además,
trabaja con grandes directores teatrales que inculcaron en él principios
propios del teatro de la crueldad, abstracto y experimental prohibidos durante
el nazismo y conceptos de la teoría de la representación que utilizaría durante
toda su carrera. Pero pronto pasó a la industria del cine, que consideró mucho
más rentable.
Debutó
en el cine en 1948, en el film Morituri. Actuó en un gran número de películas,
casi todas ellas de ínfima categoría, como él mismo reconocía al no importarle
las diferencias de calidad o profesionalidad para ser exigente. No obstante, algunas de
ellas fueron grandes películas como Doctor Zhivago (David Lean, 1965) y Per
qualche dollaro in più (La muerte tenía un precio,
Sergio Leone, 1965). Alcanzó cierto
renombre con sus papeles de psicópatas y dementes, y llegó a ser de alguna
manera encasillado para ocupar dichos roles.
Su
participación en Angel (Venus in Furs o Paroxismus), en 1968, fue el punto de
encuentro con uno de los directores con los que más conectó (quizá más que con
Werner Herzog), Jesús Franco. Con el director madrileño trabó una gran amistad,
quizá debido a la peculiaridad de ambos caracteres. Es uno
de los pocos que recuerdan con placer a Kinski, afirmando que lo prefiere a él,
con su locura y temperamento, que a Christopher Lee, por ejemplo,
"demasiado señorito inglés".
A
principios de los 70, Kinski protagonizó el montaje teatral ‘Jesus Tour’, en
donde se presentaba como Mesías, y provocaba brutalmente con sus irreverencias
a los espectadores, hasta que mantenía sonoros enfrentamientos con ellos. Los
guiones completos de sus presentaciones, así como su grabación en audio, se
conservan. El momento más célebre de esta presentación se puede encontrar en el
documental biográfico Mi enemigo íntimo (Mein Liebster Feind, 1999), de Werner
Herzog.
En
1972 se reencuentra con el entonces joven y prometedor director Werrner Herzog,
al que había conocido cuando ambos eran niños, pues compartieron pensión en
Munich. Kinski recuerda haberse llevado una mala impresión tras su entrevista
con Herzog, en su libro autobiográfico ‘Yo necesito amor’.
“Cuando
viene a mi casa, está tan cohibido que apenas se atreve a entrar. (...) se
queda tanto rato estúpidamente parado delante de la puerta que tengo que
remolcarlo adentro. En cuanto está dentro del piso, empieza a explicarme la
película, sin que yo se lo haya pedido. Le digo que ya he leído el guión y, por
lo tanto, conozco la historia. Pero no me escucha, habla y habla y habla. Creo
que no podría dejar de hablar ni aunque se lo propusiese. (...) En fin, debería
partirle la cara. No, debería dejarlo inconsciente a puñetazos. Pero incluso
inconscientemente seguiría hablando. Aunque le cortasen las cuerdas vocales,
seguiría hablando como un ventrílocuo. Aunque le rajasen el gaznate y lo
decapitasen, seguirían brotándole vaciedades de la boca, como los gases
producidos por una putrefacción interior”.
La
película que le proponía rodar Herzog era Aguirre: la cólera de Dios,
magistral reconstrucción de la expedición en busca de El Dorado de Lope de
Aguirre, cuyo rodaje fue una locura únicamente comparable al viaje del
explorador vasco. Herzog rodó en las localizaciones originales, en plena la
selva de Perú, donde el equipo tuvo que sobrevivir en condiciones infrahumanas.
Esto provocó que Herzog enloqueciera aún más de lo habitual, y acabó
emprendiéndola a golpes auténticos con los otros actores, en las escenas de
combates. Al parecer, en una ocasión, Kinski se negaba por completo a seguir
rodando. Herzog le apuntó con un revólver y le dijo: “Hay nueve balas. Ocho son
para ti y la última para mí”.
A
pesar de todo, el resultado fue tan gratificante que Herzog se arriesgó a
volver a llamar a Kinski para protagonizar cuatro películas mas: Nosferatu, Woyzeck, Fitzcarraldo y Cobra Verde.
Durante
el rodaje de Fitzcarraldo
–sobre un visionario empeñado en llevar la ópera a la selva de Perú–, un jefe
de los indios que participaban en el rodaje le ofreció a Herzog asesinar a
Klaus Kinski. Según cuenta el realizador, en ese momento estaba tan desquiciado por culpa de Kinski que
dudó seriamente si aceptar tan insólita oferta. La colaboración entre ambos
acabó drásticamente cuando durante el rodaje Kinski golpeó a Herzog y abandonó
definitivamente el rodaje sin concluir el film.
Es
conocido el manifiesto interés que grandes directores tuvieron por trabajar con
Kinski, quien rechazó a autores como Federico Fellini, François Truffaut, Pier
Paolo Pasolini, Luchino Visconti o Steven Spielberg, pues prefería trabajar en otras
películas en las que supuestamente iba a ganar más dinero.
Kinski
llegó a convertirse en realizador con Kinski Paganini, donde también
interpretaba al legendario violinista. Herzog había rechazado dirigirla porque
no se había vuelto a hablar con el actor, y el resultado fue un completo
fracaso de crítica y público. La decepción de Kinski fue tan grande que decidió
retirarse para siempre. Se fue a vivir a Lagunitas (California) donde escribió
sus memorias.
Debido
a su controvertida personalidad, la vida personal de Kinski fue un absoluto
desastre. Autodeclarado ‘adicto al sexo’ fue incapaz de conservar a ninguna de
sus cuatro esposas, y aunque tuvo por lo menos cinco hijos, sólo reconoció a
tres, que siguieron sus pasos como intérpretes, Nikolai, Pola y Nastassja –la
más reconocida–.
Falleció el 23 de noviembre de 1991, a consecuencia de un
ataque al corazón. Tiene cierta fama la frase que dijo al respecto de su
fallecimiento el cineasta Fernando Colomo: “Descansemos en paz”.
Fragmento de "My best fiend" (Mi íntimo enemigo), 1999.
Fragmento de "My best fiend" (Mi íntimo enemigo), 1999.
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