sábado, 4 de diciembre de 2010

El retrato de Dorian Gray (1945)


“Puedo creer cualquier cosa siempre que resulte absolutamente increíble.”

Oscar Wilde

Algunas cosas nunca mueren, pocas, pero las hay y uno de esos casos es la mordaz e inteligente obra de Oscar Wilde. Cuando escribió su novela más conocida "El retrato de Dorian Gray" en 1890, Wilde sacó a la palestra su feroz y desinhibida forma de ver el mundo, sus ideas sobre la belleza y sobre el placer, sobre los excesos y sobre la moral de la sociedad occidental.

La novela cuenta la obsesión de un hombre atractivo y exitoso por mantenerse siempre joven, después de que un amigo, el pintor Basil Hallward, le retrate con maestría sobre un lienzo. Naturalmente, su deseo se convierte en tragedia tras darse cuenta de que su petición ha sido en efecto escuchada, lanzándose así en una espiral de odio y vicio. Wilde, a través de sus personajes como si de un alter ego se tratase, expone su visión de la sociedad victoriana del siglo XIX a través de los mordaces diálogos entre el propio Dorian y Lord Henry, dos vanidosos y narcisistas gentleman que hacen de su vida una continua búsqueda del placer físico y psíquico. Con esto, la novela supuso una de las últimas obras clásicas de la novela de terror gótica y una fuente inagotable de inspiración en escritores de todo el mundo por la elegancia y claridad expuesta por ese grande entre los grandes pensadores y artistas que fue el controvertido Oscar Wilde.

En 1945 Albert Lewin filma una deliciosa adaptación con hurt Hatfield como Gray y un magistral e histriónico George Sanders como Lord Henry. Al igual que la novela de Oscar Wilde en la que se basa, El retrato de Dorian Gray (1945) es realmente un drama de corte moral en el que los elementos sobrenaturales están tratados de forma muy sutil pero no por ello menos siniestra, representados todos en la figura de ese Adonis decimonónico que no envejece mientras el cuadro con su figura adquiere todos los rasgos de la edad y la depravación en la que va sumiendo su vida. Sin embargo la película de Lewin se distancia ligeramente de la obra de Wilde en cuanto a su diatriba sobre el bien y el mal. Mientras que en la novela de Wilde el personaje principal era un vanidoso que intenta ocultar sus vicios a su conservador entorno, en el film de Lewin, Dorian, al igual que el Dr. Jekyll, lucha encarnizadamente con su reverso tenebroso, intentando decidir entre virtud o corrupción. También la cinta introduce una subtrama amorosa planteada no sólo como estrategia de apelación al público de masas sino muy probablemente para deshacerse del subtexto homosexual de la novela, que ya era sutil en la obra de Wilde pero que aquí es prácticamente inexistente.

Técnicamente, la realización de Lewin es impecable, tanto por la elegancia de las imágenes como por la atmosfera fantasmagórica impresa a la trama al mejor estilo gótico victoriano londinense. La película esta fotografiada en blanco y negro por Harry Stradling (Sospecha, Cara de ángel) ganador del oscar por su trabajo, sin embago el color hace su aparición en dos ocasiones para mostrarnos el cuadro maldito, creaciones imponentes de Enrique Medina (el retrato realista de Dorian) y de Ivan Albright ( el retrato degenerado de Dorian). Así pues la versión de Lewin es un dignísimo film, perfectamente ambientado y con un guión, tal vez demasiado literario, pero poderoso y efectivo, nada que ver con la efectista y facilona versión de 2010.

La película de Lewin es un tributo lleno de pasión a ese amante de la libertad que era Oscar Wilde y una muestra más de la época dorada de los estudios americanos de los 50.

"En literatura no existirán libros morales o inmorales,
sino simplemente libros bien o mal escritos.”

Oscar Wilde

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