AÑO 1972
DURACIÓN 165 min.
PAÍS Unión Soviética (URSS)
DIRECTOR Andrei Tarkovsky
GUIÓN Friedrich Gorenstein & Andrei Tarkovsky (Novela: Stanislaw Lem)
MÚSICA Eduard Nikolay Artemiev (AKA Edward Artemyev)
FOTOGRAFÍA Vadim Yusov (AKA Vadim Iusov)
REPARTO Donatas Banionis, Natalya Bondarchuk, Yuri Jarvet, Vladislav Dvorzhetsky, Anatoly Solonitsyn
PRODUCTORA Mosfilm Studios
PREMIOS 1972: Festival de Cannes: Gran Premio del Jurado, Premio FIPRESCI
GÉNERO Ciencia ficción. Intriga. Drama psicológico. Aventura espacial
SINOPSIS Adaptación del clásico de ciencia-ficción del escritor polaco Stanislaw Lem. Un científico es enviado a la estación espacial de un remoto planeta cubierto de agua para desvelar la misteriosa muerte de un doctor ocurrida en la estación.
Nuestras Críticas
NOTAS SOBRE SOLARIS Y EL ESPACIO INTERIOR
(David Rodríguez Muñiz )
No podría tratar de explicar los mecanismos estructurales de Solaris, sin atender a su naturaleza primigenia, a sus huesos narrativos alimentados por la literatura de ciencia ficción existencialista ideada por Julio Verne, Stevenson, Asimov y sin duda por la del polaco Stanislaw Lem, en cuya novela se basa esta película.
La eterna búsqueda del conocimiento, de lo más lejano, de lo mas inexplorado, en contradicción con la razón ética más arraigada en el ser humano, y me estoy refiriendo a la conciencia. Ya que todo acto de penetración resulta ser a su vez desencadenante de los mayores dilemas históricos y naturales de nuestra especie. En la película de Tarkovski, Kelvin y los demás tripulantes de la nave de exploración “provocan” al planeta viviente, bombardeando su superficie con todo tipo de radiación por el simple hecho de que sus preguntas sean contestadas. Como es natural estos ataques traen consigo una respuesta que atenta contra la lógica de los humanos. Las respuestas por tanto pierden su valor intrínseco para dejar paso a una incomunicación total. La exploración ha fracasado. No hay dialogo.
Como ya dijera Lem: "El hombre no necesita más mundos, sino espejos que reflejasen el suyo propio", o lo que es lo mismo, la conquista del interior antes que la búsqueda del exterior.
Sin embargo, muchas veces, las fronteras se antojan mas angostas en nuestros corazones que en el oscuro e infinito cosmos. Esto no deja de ser una contradicción, una losa que pesa sobre todos y cada uno de los seres humanos y que por otra parte ha fomentado el espíritu mas aventurero de los hombres llevandonos a lugares nunca soñados desde la noche de los tiempos. El simple hecho de amarnos ya supone la ruptura de una de esas fronteras humanas, pero también el hecho de matarnos o de diferenciarnos, o de conocer la naturaleza de nuestro sol, fuente de vida, o de romper las hasta ahora anquilosadas creencias fundamentalistas de la religión. Kelvin, desea descubrir los secretos de Solaris, sin embargo rehúye a su resucitada mujer, porque su razón no está preparada para romper sus prejuicios pragmáticos. Como ya ocurriera en el Stalker de Tarkovski, los personajes desean llegar y conocer todos los secretos de “La Zona”, sin embargo, una vez a sus puertas, estos temen las respuestas, porque temen sus propios deseos, en definitiva, no están preparados para enfrentarse con ellos mismos.
De alguna manera, nuestro ímpetu por encontrar una sola respuesta coherente nos lleva a cometer ciertas acciones que, de alguna forma, modifican nuestro entorno. El problema es que el conocimiento es infinito y a su vez una respuesta nos plantea otra pregunta y para responderla, a veces, hay que regresar a la caverna, revolcarnos por el fango y maravillarnos con las sombras chinescas que la supuesta realidad representa como una obra de teatro sin parangón.
Con esto quiero representar Solaris como un cuento de contradicciones personificadas en el cosmonauta Kelvin. Kelvin es capaz de viajar años luz hasta encontrar una respuesta en Solaris, pero a su vez no está preparado para esa respuesta. Llega así a enfrentarse cara a cara con todo aquello que aun no ha superado. Su dilema es el mismo en la tierra como en el espacio, sus problemas, recuerdos y lastres no desaparecen en el cosmos. Así, la línea divisoria entre acto y consecuencia, razón y corazón se difumina radicalmente para conformar una historia que parece desarrollarse instintivamente, sin premeditación, pero que a su vez nos arrastra irremediablemente a un final lógico e inexorable, como si una y otra vez, el mismo destino se impusiera al final de todos los caminos posibles.
La eterna búsqueda del conocimiento, de lo más lejano, de lo mas inexplorado, en contradicción con la razón ética más arraigada en el ser humano, y me estoy refiriendo a la conciencia. Ya que todo acto de penetración resulta ser a su vez desencadenante de los mayores dilemas históricos y naturales de nuestra especie. En la película de Tarkovski, Kelvin y los demás tripulantes de la nave de exploración “provocan” al planeta viviente, bombardeando su superficie con todo tipo de radiación por el simple hecho de que sus preguntas sean contestadas. Como es natural estos ataques traen consigo una respuesta que atenta contra la lógica de los humanos. Las respuestas por tanto pierden su valor intrínseco para dejar paso a una incomunicación total. La exploración ha fracasado. No hay dialogo.
Como ya dijera Lem: "El hombre no necesita más mundos, sino espejos que reflejasen el suyo propio", o lo que es lo mismo, la conquista del interior antes que la búsqueda del exterior.
Sin embargo, muchas veces, las fronteras se antojan mas angostas en nuestros corazones que en el oscuro e infinito cosmos. Esto no deja de ser una contradicción, una losa que pesa sobre todos y cada uno de los seres humanos y que por otra parte ha fomentado el espíritu mas aventurero de los hombres llevandonos a lugares nunca soñados desde la noche de los tiempos. El simple hecho de amarnos ya supone la ruptura de una de esas fronteras humanas, pero también el hecho de matarnos o de diferenciarnos, o de conocer la naturaleza de nuestro sol, fuente de vida, o de romper las hasta ahora anquilosadas creencias fundamentalistas de la religión. Kelvin, desea descubrir los secretos de Solaris, sin embargo rehúye a su resucitada mujer, porque su razón no está preparada para romper sus prejuicios pragmáticos. Como ya ocurriera en el Stalker de Tarkovski, los personajes desean llegar y conocer todos los secretos de “La Zona”, sin embargo, una vez a sus puertas, estos temen las respuestas, porque temen sus propios deseos, en definitiva, no están preparados para enfrentarse con ellos mismos.
De alguna manera, nuestro ímpetu por encontrar una sola respuesta coherente nos lleva a cometer ciertas acciones que, de alguna forma, modifican nuestro entorno. El problema es que el conocimiento es infinito y a su vez una respuesta nos plantea otra pregunta y para responderla, a veces, hay que regresar a la caverna, revolcarnos por el fango y maravillarnos con las sombras chinescas que la supuesta realidad representa como una obra de teatro sin parangón.
Con esto quiero representar Solaris como un cuento de contradicciones personificadas en el cosmonauta Kelvin. Kelvin es capaz de viajar años luz hasta encontrar una respuesta en Solaris, pero a su vez no está preparado para esa respuesta. Llega así a enfrentarse cara a cara con todo aquello que aun no ha superado. Su dilema es el mismo en la tierra como en el espacio, sus problemas, recuerdos y lastres no desaparecen en el cosmos. Así, la línea divisoria entre acto y consecuencia, razón y corazón se difumina radicalmente para conformar una historia que parece desarrollarse instintivamente, sin premeditación, pero que a su vez nos arrastra irremediablemente a un final lógico e inexorable, como si una y otra vez, el mismo destino se impusiera al final de todos los caminos posibles.
David Rodríguez Muñiz
No hay comentarios:
Publicar un comentario