«... Y creéis que porque una mañana levanten una horca en sólo unos minutos, porque le pongan la soga al cuello a un hombre, porque un alma escape de un cuerpo miserable entre los gritos del condenado, ¡todo se arreglará! ¡Mezquina brevedad de la justicia humana!... Nosotros, hombres de este gran siglo, no queremos más suplicios. No los queremos para el inocente ni para el culpable. Lo repito, el crimen se repara con el remordimiento y no por un hachazo o un nudo corredizo. La sangre se lava con lágrimas y no con sangre.»
Victor Hugo
¿Acaso han cambiado demasiado los tiempos? ¿Hemos legado a alcanzar ese ideal humanitario que profesan los gobiernos actuales? lo cierto es que no, ni los tiempos han cambiado demasiado, ni los derechos humanos encabezan el primer puesto de las prioridades globales. Y si la acción directa ha dejado paso al voyeurismo y a la pasividad, entonces no parece convincente la frase de que la civilización ha evolucionado hacia mejor, que ahora no nos matamos como antaño. Hace cuatro años la ejecución de Saddan Hussein se podía ver en todo el mundo vía Internet creando un diálogo casi sin precedentes entre justicia (ajusticiamiento) y pueblo. Los bombardeos a Gaza, la ocupación de Osetia del sur son casi programas de televisión que se han digerido como un gran hermano. Millones de vulneraciones sociales (persecuciones étnicas y políticas) se suceden en medio mundo mientras los países “desarrollados” callan y hacen números para escapar de una situación de bancarrota creada por ellos mismos. Millones de niños destrozan sus cuerpos trabajando en minas y vertederos explotados por una maquinaria capitalista que crece y crece como Gargantúa mientras los estratos mas altos de la sociedad se comen la cabeza pensando que Móvil regalar a sus hijos en navidad. La vida sigue, sí y seguirá por mucho tiempo, sin embargo el camino es tortuoso para los desfavorecidos y soñoliento e irreal para aquellos que ven la televisión a la hora de comer. La tortura, el ajusticiamiento y los genocidios que se han servido en la mesa de la historia no solo pertenecen a los francotiradores, generales y verdugos, no solo han sido bendecidos por los gobiernos sino también por los ciudadanos que callan y otorgan, por los miserables humanos que entregan su propia responsabilidad a aquellos a quien votan, si es que votan, si es que quieren, si es que pueden... mientras tanto, en pleno siglo XXI el papel del hombre se sigue resumiendo con esa frase tan conocida de Hobbes “homo homini lupus.”
Desgraciadamente, y para concretar en el tema que nos ocupa, en este país tenemos mucho que callar. Hasta el año 1975 se llevan a cabo asesinatos legales por medio de un instrumento atroz de madera y hierro llamado "garrote vil", cosa que parecía gustar mucho a los españoles, puesto que miles de ciudadanos se aplastaban los unos a los otros en las plazas de las ciudades y pueblos para intentar ver y oír mas de cerca como un hombre... o una mujer, se dejaba la vida en pos de la justicia.
El salmantino Basilio Martín Patino filma de forma clandestina, aun en años de la dictadura, un documento de gran valor sociológico prestando sus ojos y oídos a tres verdugos de la dictadura franquista de finales de los 70. Antonio López Sierra, Vicente López Copete y Bernardo Sánchez Bascuñana hablan sin tapujos, puesto que no los tienen, acerca de su oficio. Explican como el devenir del tiempo les llevó a desempeñar semejante bajeza y juzgan, mientras comen y beben, la funcionalidad de tal oficio, justificando por momentos el ojo por ojo y diente por diente mientras el país se cocía en la olla del odio y la mezquindad. Martín Patino, como un interlocutor mudo, nos propone un duelo, un duelo que pone a prueba nuestra comprensión y nuestra capacidad para racionalizar sobre el sentido mismo de la vida humana y con total respeto y por que no decirlo, unas gotas de surrealismo, nos obliga a hacer un acto de conciencia y a reflexionar sobre nuestra propia sinceridad.
Si alguien está libre de pecado que tire la primera piedra. Si alguien quiere juzgar a estos tres jinetes del Apocalipsis que lo haga, pero no seré yo el que escupa al cielo y me quede a esperando a que llueva.
David Rodríguez
(...) A la manera de un heterogéneo retablo de tintes negros y esperpénticos, en el límite del tremendismo y rozando la locura, Basilio Martín Patino, extrayendo los datos objetivos de la realidad sin desfigurarlos y mostrando un absoluto respeto hacia ellos, ha compuesto un alucinante discurso cuya coherencia corre pareja con los grados de rabia, desesperación y ternura a partes iguales que en él se armonizan.
Carlos Heredero
Carlos Heredero
Me cuesta un poco entender los diálogos, pero vaya, lo suficiente como para quedar impresionada con lo que aparece... Sí, creo que juzgar no ayuda a comprender y eso me interesa mas... Alguien dijo que "el sueño de la razón produce monstruos", y en este caso algo muy profundo, no se qué, debió adormecerse durante muchos años para crear y alimentar cosas así...
ResponderEliminarNo seré yo la que se quede mirando al cielo para que le caiga encima lo escupido por otros...
"...media vuelta a la manivela y se puede ir uno tranquilamente que aquello ya esta hecho". (Estremecedora esta última frase del video)
ResponderEliminarTantas veces se nos ha presentado al verdugo como el ejecutor impertérrito que se oculta bajo una capucha negra, que cuando Patino pone rostro y voz al personaje y demuestra lo realmente humano que es, resulta infinitamente más abominable.