domingo, 5 de agosto de 2012

Marilyn Monroe; ni rubia ni tonta.





Hoy 5 de agosto se cumple el 50 aniversario de la muerte de Marilyn Monroe, seudónimo  de Norma Jean Baker (1926-1962)..
Su imagen de rubia descerebrada ha sido objeto de consumo creado por la industria de Hollywood para consumidores igualmente descerebrados.   Y el caso es que ni era rubia (en origen) ni, al parecer, era la tonta atractiva de usar y tirar con la que fue indentificada a través de muchas de sus interpretaciones.
Para evitar equívocos y romper estereotipos, sano ejercicio donde los haya, traemos aqui algunos fragmentos de su ¨Autobiografía´.

M.M. contada por ella misma:

“Las personas que yo creía mis padres tenían hijos propios. No eran mezquinos, simplemente eran pobres. No tenían mucho que ofrecer a nadie, ni siquiera a sus hijos, y no quedaba nada para mí. Tenía siete años, pero me tocaba trabajar en la casa. Lavaba platos, fregaba suelos y hacía recados. Mi madre apareció al día siguiente. Era una mujer muy guapa que nunca sonreía. La había visto a menudo, pero no sabía exactamente quién era. Cuando le dije 'Hola, mamá', me miró. Nunca me había dado un beso, nunca me había sostenido en sus brazos y apenas me había hablado. Por aquel entonces no sabía nada de ella, pero años más tarde me enteré de bastantes cosas. Cuando ahora pienso en ella, el corazón me duele el doble de lo que me dolía cuando era una chiquilla. Me duele por las dos".

"Me estoy quedando ronca de tanto suplicar misericordia; afónica de pedir per­dón y piedad. Me tiemblan todos los huesos y ya no puedo implorar más compasión y, sin embargo, todavía no sé qué pecado he cometido. Todavía no sé por qué merezco ser castigada. No lo sé. He sido educada así, para convencerme de que soy culpable de antemano. Y tengo miedo. Pienso: y tengo miedo.
No, no creo que me haya educado mal, en absoluto. Es más sencillo: ella no me educó. Pasé mi infancia en hogares ajenos y en orfanatos. Nadie me ha educado nun­ca. Nadie me ha querido. Nadie me ha dicho nunca lo que era la vida, lo que me iba a encontrar.
No lo sé, ninguna información en particular. No se trata de eso. Pero hay cosas que los niños deben saber.
Deben saber que les quieren, por ejemplo.
Desde luego, cuando tenga una hija, le diré la verdad. La querré, pero también le contaré todo lo que a mí nunca me dijeron.
Algo sencillo y verdadero. Querida, sé feliz. Eso es lo que le diría. No le hablaría de Dios ni del pecado. No tengas miedo, cariño, porque yo te quiero, yo siempre te quiero, pase lo que pase, recuérdalo. Eso le diría.





Y le hablaría de la vida. Sé feliz, amor mío, le diría. Deja que tu chico, Harry, Doug, Jimmy o como se llame, te toque por debajo de la ropa. Dale un beso en la boca. Acuéstate con él en el asiento de atrás del coche. Empaña los cristales. Mira crecer la luna. Y date prisa, cariño, no tienes todo el tiempo del mundo. Algún día, muy pron­to, tú y Jimmy tendréis que empezar a vivir escondidos. Jimmy tendrá que ocultarse y sólo será visible el señor James; y a ti te pasará lo mismo.
Tendréis que acabar viviendo en una casa de las afue­ras, acostándoos pronto y desayunando cereales con leche. Tomaréis absurdas medicinas y tendréis que preocuparos por el colesterol. Acabaréis comprando en los supermer­cados y llegará el día en que estaréis completamente con­vencidos de que no se pueden poner los pies encima de las mesas de caoba. Y tendréis que cenar con matrimonios amigos, los sábados por la noche. ¡Por el amor de Dios! Y siempre será así, clandestinos, escondidos, inmensamente ocultos. Empezaréis a utilizar nombres falsos, como, por ejemplo, señor y señora Mulligan, o algo semejante. O Papá y Mamá, sin ir más lejos...".

"Más adelante descubrí qué era el sexo sin hacer ninguna pregunta. Casi tenía nueve años y vivía con una familia que alquilaba una habitación a un tipo llamado Kimmel. Era un hombre de aspecto serio: todos lo respetaban y lo llamaban señor Kimmel. Pasaba un día por delante de su cuarto cuando se abrió la puerta y me dijo con tranquilidad: —Pasa, Norma, por favor. Creía que iba a pedirme algún encargo. —¿Dónde quiere que vaya, señor Kimmel? —pregunté. —A ningún sitio —dijo cerrando la puerta; me sonrió y echó la llave—. Ahora no puedes salir —añadió como si estuviéramos jugando".

(...) Me casé con Jim Dougherty. Fue como retirarse a un zoológico. El primer efecto que tuvo el matrimonio sobre mi persona fue el de aumentar mi desinterés por el sexo. Mi marido no se preocupaba o no se daba cuenta. Ambos éramos demasiado jóvenes para discutir abiertamente un tema tan embarazoso. De hecho, nuestro matrimonio fue una especie de amistad con privilegios sexuales. Más tarde descubrí que los matrimonios suelen ser eso, y que los maridos tienden a ser buenos amantes sólo cuando engañan a sus esposas. […] Lo más importante que conseguí con mi matrimonio fue acabar para siempre con mi condición de huérfana. Estoy agradecida a Jim por ello. Fue el paladín que me salvó de la falda azul y la blusa blanca".




"La virtud de una chica es mucho menos importante en Hollywood que su peinado. Se te juzga por tu aspecto, no por lo que eres. Hollywood es un lugar donde te pagan mil dólares por un beso y cincuenta centavos por tu alma. Lo sé porque rechacé la primera oferta bastante a menudo y cobré siempre los cincuenta centavos". 

"Pero no todo era completamente negro... aún no. En realidad nunca lo es. Cuando eres joven y gozas de buena salud, el lunes puedes planear suicidarte y estar riendo de nuevo el miércoles. Después de unos cuantos días sintiéndome una desgraciada pensando que era un fracaso, algo venía nuevamente a mi corazón. No podía decirlo en voz alta, pero eran como voces que me estuvieran hablando: «Levántate, aún no has empezado, eres distinta, algo maravilloso te sucederá». Y en verdad sucedían cosas maravillosas en el fondo del mar... a pequeña escala".

“Sí, había algo especial en mí y sabía de qué se trataba. Yo era el tipo de chica a la que encuentran muerta en su dormitorio con un frasco de somníferos en la mano"

 






"Ay, maldita sea,  me gustaría estar / muerta, absolutamente no existente / ausente de aqui -de / todas partes pero cómo lo haría".



(Imágenes tomadas de "The Misfits", John Huston -1961-).

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